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La breve y errática historia del «clic» en el Diccionario

2 Mar

Por Zazil-Ha Troncoso

Como buenos cibernautas seguramente se han topado a cada rato con la incitadora frase haz click aquí, y por supuesto también la han visto miles de veces sin esa deliciosa k que lo deja en un medio insípido clic, que guste o no es el correcto en nuestro castellano, y no el anglicismo.

Muchos creen que el clic nació con el mouse (téoricamente, ratón), aunque nada dice de eso en el Diccionario de la Real Academia Española de 1983, en el que apareció por primera vez la palabra con una definición muy vaga y escueta: «un sonido de variable naturaleza que tiene empleo en ciertas lenguas», clasificado además como perteneciente a la Lingüística.

Pero eso sí, era prolija en cuanto a cómo se produce: «…se realiza mediante dos oclusiones; una posterior, velar, y otra anterior, labial, dental o palatal. Entre ambas, mediante succión, se forma una cavidad casi vacía; al deshacerse las oclusiones y penetrar el aire exterior en dicha cavidad, se produce ese sonido».

Qué tal.

Suena complicado, aunque tenía su razón de ser, pues se refería no a la palabra como la pronunciamos, sino al sonido como tal, el que escucharías si en este momento haces clic con el mouse, o con la boca tratando de imitarlo.

En el Diccionario de 1984 clic seguía ahí, con la misma definición, pero ahora con un interesante agregado:  «Son clics el ruido del beso o el que se emite para arrear las caballerías.»

¿Perdón?

Definitivamente nada que ver. En todo caso se usan, para representar un beso, las palabras mua, muak y smuak, ninguna de ellas reconocidas por la Academia, aunque sí por el Diccionario del Español Actual en el caso del mua, al que define como una interjección, es decir, una palabra que expresa alguna impresión súbita.

El caso es que tan rara asociación de clic con la sensualidad duró poco en el Diccionario, pues se esfumó de la edición de 1989 llevándose entre las patas lo referente a los caballos, pues a final de cuentas venía siendo el mismo sonido.

Para 1992, sí, adivinaron: otro cambio. Adiós a toda explicación científica del tronado sonidito, y bienvenida, por fin, una cortita y atinada definición: «onomatopeya para reproducir ciertos sonidos, como el que se produce al apretar el gatillo de un arma, pulsar un interruptor, etc.»

¡Bingo!

Además, le quitaron la clasificación de término lingüístico y se refirieron a lo que es exactamente: una onomatopeya, es decir, una palabra que imita o recrea un sonido.

Y en 2001 llegó, ahora sí, la segunda acepción: «Pulsación que se hace en alguno de los botones del ratón de un ordenador», frase que desde 2010 redondeó la Real Academia al agregarle la frase: «para dar una instrucción tras haber señalado un enlace o icono en la pantalla», precisando que es un término informático.

De clic derivaron dos palabras: clicar y cliquear, pero ninguna de ellas son aceptadas por la Academia, que recomienda reemplazarlas por la expresión hacer clic, que dicho sea de paso, también se usa coloquialmente para referirse a la afinidad espontánea entre dos personas, situaciones, objetos, etcétera.

Fuentes: 1, 5, 6, 7.